Nunca he tenido que detallar esta historia como para explicarla de comienzo a fin, pero es real y me sucedió cuando tenía apenas seis años.
Si presionas el oído contra la almohada en un cuarto callado, podrás escuchar tu propio corazón. Cuando era niño, ese latido rítmico y ahogado me sonaba como pisadas suaves en un suelo alfombrado. Casi todas las noches —momentos antes de quedarme dormido—, oía estas pisadas y era arrancado de mi estado de inconsciencia, alarmado.